Opiniones

Relaciones RD- Haití, grandes desafíos

Por Ito Bisonó
El progresivo deterioro de las relaciones dominico-haitianas en los últimos años es una situación donde nadie sale beneficiado y más bien solo trae perdidas. Esto así en todos los sentidos más allá de lo económico, al Haití cerrar unilateralmente las puertas de uno de nuestros principales mercados, pero también en el aspecto de seguridad, protección al medio ambiente y salud pública, por mencionar solo algunos temas.

En el caso del crimen organizado, necesitamos una cooperación efectiva entre ambas naciones para trabajar en la eliminación de paraísos para el tráfico de drogas y armas. De la misma manera, es innegable que compartir una isla presupone tener retos ambientales de ambos lados, y por ello los dominicanos necesitamos un Haití que luche por la protección del medio ambiente. De igual forma, necesitamos un Haití que vele por una salud pública que haga frente a la propagación de enfermedades hacia su población y la nuestra pues estas no frenan ante fronteras.

Para hacer todo esto juntos, los dominicanos necesitamos que la institucionalidad logre florecer en nuestro país vecino, garantizando así reglas claras y un trabajo serio, lo cual traerá resultados satisfactorios para ambas naciones y el bienestar de nuestros pueblos.

Las elecciones siempre son una oportunidad para lograr este fortalecimiento institucional, pero antes que esperanza, las más recientes convocatorias electorales de Haití han pintado un panorama incierto, lleno de confrontación violenta y ausencia de participación democrática. Nos sentimos profundamente preocupados ante esta situación pues cada vez que la anarquía se apodera de Haití, es afectada la República Dominicana con más presiones internacionales de quienes buscan evadir su responsabilidad, y recibimos más ataques feroces e injustificados de quienes creen que le pueden sacar provecho político con falsos antagonismos y divisiones estériles.

Al final del día, la única fórmula efectiva que sirve para el desarrollo, es la institucionalidad. Lo demás, serán estrategias paliativas que solo contengan una crisis mayor en Haití, es detener el urgente proceso que se requiere para construir una democracia efectiva en el vecino país. Por supuesto, de nuestro lado, los desafíos en esta materia son igual de importantes, pero ninguno de los dos pueblos llegará a buen puerto si nos vamos por las ramas e ignoramos el problema en su forma y fondo. En la República Dominicana debemos seguir trabajando para llegar a cumplir con los estándares de calidad institucional general, pero al mismo tiempo debemos seguir pujando porque nuestro vecino se acerque a esto.

Por lo anterior, de ninguna manera podemos ver con buenos ojos la segunda suspensión de un certamen electoral que se supone es el que le da la oportunidad a los ciudadanos de escoger el gobierno que mejor le represente. Pero igualmente, no podemos ver bien que la violencia política se apodere de un país, generando pérdidas de vidas, ataques a la propiedad privada y ahuyentando las inversiones que ayudan a mejorar la condición de vida. Ante esta situación, se vuelve fundamental que los distintos sectores haitianos, apoyados por organismos de observación internacional que muestren la mayor imparcialidad, alcancen un consenso para la celebración de elecciones que inspiren confianza para los electores, para el pueblo haitiano en general y para el mundo.

Esperamos que el nuevo gobierno haitiano, cualquiera que sea, entienda que tenemos que trabajar juntos para avanzar en los puntos críticos que afectan a ambos países y que por fin sean dejados atrás los enfrentamientos estériles que en nada contribuyen a mayor desarrollo para el pueblo haitiano y dominicano.

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