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“Presionando” a Danilo?

Por Guido Gómez Mazara
En la lógica de selección de los futuros miembros de la Junta Central Electoral existe una intención que proviene de litorales colindantes con el partido de gobierno, seducidos por la retribución a la labor rendida.

Y eso es riesgoso. En esencia, porque sus potenciales beneficiarios parten del alegato que, la mayoría senatorial y sus no disimuladas simpatías, allanan el camino de confirmaciones y promociones desbordadas, y en capacidad de colocar al presidente Medina Sánchez en una situación molestosa.

La tradición electoral demuestra que la respuesta inteligente asociada a procesos con niveles de cuestionamiento radica en edificar un perfil de procurar un rostro distante de las pasiones partidarias y apto para reconstruir la credibilidad del futuro torneo. Los nombres de los doctores Estrella y Bonelly nos refieren a una búsqueda similar que, en el marco de la actual coyuntura, asocie a los actores políticos al entendimiento de las limitaciones surgidas de cuantías obtenidas durante procesos, pero jamás asociadas al consentimiento ciudadano para desbordamientos institucionales.
El reclamo de sectores empresariales y de la sociedad civil dista mucho del timbre cuestionador de la oposición. A los primeros, los seduce la idea de colocar muros a los excesos del poder que, injustamente se distorsionan desde el gobierno, ante esa sed de adulación desarrollada por los que controlan las redes oficiales y se acomodan al ditirambo. Por otro lado, los sectores opositores saben que la derrota en la boleta presidencial está vinculada a sus incapacidades en construir una propuesta unitaria creíble, y si es innegable que el proceso recién finalizado se caracterizó por las desigualdades y el excesivo uso de los recursos públicos, nadie en su sano juicio podía esperar victorias en el marco de una fragmentación sólo explicable por los egos y afanes presidenciables de gente buena, sin verdadera potencialidad presidencial.

Ese afán mostrado por aspirantes a presidir la Junta Central Electoral (JCE) constituye un acto de irracionalidad de gente que siente a Danilo Medina políticamente obligado con ellos.

Y eso representa una exigencia desproporcionada debido a que todo mandatario sensato y agradecido valora a los que le ayudan y contribuyen en sus propósitos.

Ahora bien, los niveles de vulnerabilidad de los tres aspirantes que intentan utilizar su afinidad partidaria para “imponerse”, patean el elemental sentido de prudencia porque colocan la decisión en la cancha de un mandatario que posee instinto político y sabe del uso abusivo de sus porcentajes electorales, y éstos podrían revertirse para que los peledeístas pasen a la calificación de cometodo.

Roberto Rosario, John Guilliani y Hernández Peguero lo saben!

Reiterar a Roberto Rosario es un acto de imprudencia. Una gestión de catorce años en el sector electoral es suficiente. Ya está bueno. John Guilliani viene de un desempeño en el Tribunal Superior Electoral que es pieza de escarnio. Antes, en el ámbito de lo Contencioso y las referencias no son las mejores. De insistir, crea las condiciones para que en el debate público se coloquen aspectos de cercanías familiares innecesarias y molestosas.

Y como si fuera poco, tiene diez años asociado en el entramado comicial. Lo de Hernández Peguero es un intento caricaturesco debido a sus públicas aspiraciones a la alcaldía de la capital. Asimismo, resulta una insensatez que en la actual circunstancia se coloque en la presidencia de la JCE a un activista partidario. ¡Por Dios!

La historia siempre ilustra, y la materia electoral representa una fuente constante de aprendizaje. Roberto Despradel sirvió de legitimador de las elecciones que sirvieron de punto de partida para 31 años de sangre y fuego.

Los que sienten que Danilo Medina les debe, no lo ayudan. Por el contrario, lo presionan innecesariamente.

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