Opiniones

Dominicanidad, pelota y NBA

Por Guido Gómez Mazara

Las canchas de baloncesto y estadios de pelota  representan el  escenario por excelencia para que los talentos nuestros coloquen la patria en la vía de una trascendencia poco entendida, porque circunscriben la admiración a la reducida jurisdicción del mundo deportivo y sus respectivos logros.

Años atrás, las destrezas de la trilogía de Felipe, Mateo y Jesús en la gran carpa y las victorias de Marichal llegaron sin la amplitud de un mundo que cambió como resultado de las herramientas de una tecnología capaz de universalizarlo todo.

Después, los batazos de Pedro Guerrero, los lanzamientos duros de Pedro Martínez y el carisma de David Ortiz, allanaron el camino de transformar un modelo migratorio de tres o cuatro décadas asociados a la idea de trabajadores marginales sin destrezas en el inglés.

El predominio del béisbol  sobre el baloncesto provocó que en el deporte del aro y el balón, la inserción en la NBA llegara un poco retardada.

Es innegable que las referencias de los paradigmas deportivos provocaran que los reputados comentaristas de las cadenas norteamericanas entendieran que, con posterioridad a Roberto Clemente, debían mirar hacia la isla del merengue y aprender a pronunciar los apellidos Cedeño, Guerrero, Pujols, Carty, porque al azotar el pitcheo de las Grandes Ligas, resultaría obligatorio su reconocimiento.

Sin provocarlo, el ciclo de atletas de alto rendimiento contribuyó con el proceso de internacionalización de los que hoy llaman marca país. Las camisetas con sus números y las fotografías en las habitaciones de los jóvenes estadounidenses, marcaron un sentido de admiración y estructuración de una dominicanidad sin precedentes.

Fundamentalmente, por la cuota de sacrificio de los que contra viento y marea se imponen. Asimismo, sus grandes contratos y fortunas adquiridas por mecanismos decentes evidenciaron un nivel de movilidad financiera fuera de cualquier tipo de impugnación.

Ahora que Vladimir Guerrero Jr, Juan Soto y Fernando Tatis evocan el relevo de las estrellas del béisbol, la figura de Chris Duarte expresa la dimensión de un producto local con calidades perfeccionadas en el sistema universitario de Estados Unidos que, proyectan una dimensión, equiparable a las de Karl Towns y de mayor profundidad que Al Harford, Villanueva, García.

Aunque resultaba impensable, en Indiana, la referencia del irrepetible Reggie Miller encontró en un quisqueyano salido de Puerto Plata, el nuevo talento que llegó para quedarse en la NBA, y desarrollando un juego de una madurez muy singular.

Toda sociedad necesita de paradigmas legitimados más allá de las reglas locales. ¡Qué bueno es tener a Chris Duarte elevando la calidad del deporte de factura local, insertado en la NBA!

Predominio del béisbol sobre baloncesto retrasó inserción en la NBA

Ciclo atletas alto rendimiento ayudó internacionalización de los “marca país”

Figura de Chris Duarte expresa la dimensión de un producto local

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