
Por Darwin Feliz Matos
La puntualidad, además de ser una virtud, es una muestra de respeto, compromiso y responsabilidad. Sin embargo, algunos regidores del municipio Santo Domingo Norte parecen desconocer este principio básico del comportamiento institucional.
La falta de disciplina, el irrespeto a los horarios y el incumplimiento del reglamento interno del Concejo de Regidores se han convertido en una preocupante práctica que empaña la imagen de esa corporación edilicia.
Quienes asisten a las sesiones del Concejo son testigos de una realidad lamentable: reuniones convocadas para las 10:00 de la mañana que, con frecuencia, no inician hasta pasadas una o dos horas, cuando por fin se logra reunir el quórum necesario. En no pocas ocasiones, la falta de asistencia o la impuntualidad de varios concejales provoca la suspensión de las sesiones, afectando el ritmo de trabajo institucional y, por ende, los intereses del municipio.
Lo más indignante es que estas violaciones ocurren a plena vista de todos, sin que se apliquen correctivos ni sanciones. A ello se suma la práctica impropia de realizar convocatorias sin respetar los plazos que establece el propio reglamento interno, el cual determina con claridad los tiempos de aviso previo para cada sesión, salvo casos de emergencia. Pese a esa norma, muchas convocatorias se hacen de manera improvisada, sin la debida comunicación formal ni la participación de figuras clave como la alcaldesa o el secretario general del Ayuntamiento, quienes deberían ser convocados para representar la administración municipal durante las deliberaciones.
Pero la falta de rigor institucional no termina ahí. Mientras la ciudadanía espera resultados y los medios de comunicación aguardan el inicio de las sesiones para informar al público, algunos regidores prefieren encerrarse en el llamado “cuarto de los amarres”, donde entre risas, comentarios y discusiones informales, pasan el tiempo sin mostrar el más mínimo sentido de urgencia o respeto hacia el rol que desempeñan.
Este comportamiento, además de irresponsable, constituye una burla a la población que les eligió para trabajar en favor del desarrollo local. Resulta inaceptable que funcionarios electos, que perciben salarios y beneficios costeados con los recursos de los contribuyentes, actúen con tanta displicencia y falta de compromiso.
El presidente del Concejo ha prometido en varias ocasiones que esta situación cambiaría, que se impondría el orden y la disciplina. No obstante, la práctica demuestra que las promesas han quedado en palabras vacías. La impuntualidad, la improvisación y el desinterés continúan siendo la norma, no la excepción.
Los regidores de Santo Domingo Norte deben entender que su función no es simbólica ni ornamental: es un compromiso con la democracia local, con la transparencia y con los ciudadanos que los eligieron. Violentar su propio reglamento es violentar la institucionalidad municipal y, en consecuencia, la confianza del pueblo.
Ya es hora de que la responsabilidad sustituya a la dejadez, y que la ética pública vuelva a ocupar el lugar que le corresponde. Santo Domingo Norte merece un Concejo de Regidores que trabaje con seriedad, puntualidad y respeto. Todo lo demás es una falta de consideración con la ciudadanía y una afrenta a la gestión pública.