Opiniones

Jarabe para el olvido

Por Joan Leyba Mejía

Los hechos políticos y sociales que producen  grandes cambios, si bien es sabido, son parte de la dialéctica histórica, no es menos cierto que requieren el esfuerzo, liderazgo, determinación e involucramiento de individuos que al comprender la necesidad evolutiva de los acontecimientos, toman en sus manos el timón y, deciden, sin importar los contratiempos, enderezar el curso de la historia sacando el barco a flote.

La crónica política criolla reciente, es fiel testigo de un suceso político trascendental, que tiene su origen en el proceso convencional del 2011, donde resultó electo candidato presidencial del PRD, Hipólito Mejía. Desplazando a Miguel Vargas que a la sazón, tenía el control de las estructuras del otrora Partido Revolucionario Dominicano y aparecía como favorito en  casi todas las mediciones de la época. Por lo que, no aceptó del todo haber perdido el torneo interno. 

Esos resultados condujeron a una desintegración partidaria que se agudizó en el tiempo y, parió la cuarta división importante del partido que trajo a este pueblo, hálitos de democracia y ensayos de aparente libertad.

Un año después, llegaron las elecciones generales y las argucias moradas arrancaron, con la anuencia de Vargas Maldonado, el anhelado triunfo al partido del pueblo. Dejando entre los perredeístas el sabor amargo que produce la derrota y un cúmulo de resentimientos en contra del presidente del partido del “jacho prendío”. Lo que  estimuló la expulsión efímera de Vargas quien tenía el rechazo rotundo de las bases y el apoyo descarado de los malletes del Tribunal Superior Electoral.

Treinta y siete sentencias concluyeron que él, era amo, dueño y señor de lo que un día perteneció al pueblo dominicano, y que Hipólito, único expresidente vivo con que contaba la entidad, ya no era perredeísta. De esa forma, el partido que tanto sacrificio le costó a Peña Gómez mantener unido, sucumbió en manos de un empresario que no entendió el valor histórico del instrumento que sin justicia y sin méritos heredó.

A raíz de aquel desastre, surgieron tres corrientes con matices diferentes, pero con la intención de captar la mayoría de los peñagomistas aún dispersos y desolados, que viendo la situación, sentían haber perdido el espacio donde conjugaron por años sus esperanzas.

Una liderada por el “Guapo de Gurabo” denominada corriente mayoritaria y que al cabo de los días se le conoció como PRD-mayoritario, la otra liderada por Vargas, llamada corriente institucional y la tercera, que por su débil incidencia no admite el mínimo recuerdo, los “ni-ni” encabezada por Luis Abinader, Guido Gómez Mazara, Tony Peña Guaba y otros, que pretendían no estar ni de un lado, ni de otro.

La fe se iba desvaneciendo con cada malletazo a favor de Miguel. “Y cuando se acabó la época de la fe, llegó la época de la razón” –Virginia Woolf-. Dando a luz una  idea que parte de la experiencia del  historiador Hugo Tolentino Dipp, y que, da forma a un proyecto que sólo podía concretarse bajo la sombra de un verdadero líder. Un hombre amado por las masas, carismático y entusiasta, y que estuviera dispuesto a jugárselo todo en beneficio de su gente.

Así nace el Partido Revolucionario Mayoritario, posteriormente Moderno. La vía ideada por Tolentino, refrendada por el liderazgo histórico y capitaneada por el heredero genuino de los idearios peñagomistas… Hipólito Mejía Domínguez. Y, producto de la fortaleza de ese hombre,  un partido que habiendo nacido formalmente un año antes de las elecciones, obtuvo el veinticinco por ciento de los sufragios, no obstante las irregularidades conocidas.

La gente debe saber, que quienes llamaron al acto heroico de Hipólito “locura” son hoy beneficiarios de los frutos de su proeza. Y yo, que solo he sido un observador pasivo, sueño con decirle… líder: “Cómo me alegra saber que has dado muestras de tener esa fuerza basada en la probidad, la diligencia y la renuncia al elogio y al reconocimiento a lo que aspira todo el que realiza algo” –Robert Walser-.  Y a los que pusieron condiciones para sumarse, pavoneándose ahora con méritos robados, pletóricos de mezquindades que borran la memoria. A todo el que no recuerde, les ofrezco mi jarabe, que no mata el ego vano de los ingratos, pero sirve para aliviar levemente el olvido.

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