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El río Ozama, rehén de la basura: una clausura que nunca llegó

Santo Domingo Este.– El río Ozama, una de las principales fuentes de agua del Gran Santo Domingo, sigue siendo rehén de un enemigo que no descansa: la basura. A pesar de que hace dos años el Ministerio de Medio Ambiente dispuso, mediante las resoluciones 0006-2022 y 0007-2022, el cierre de las estaciones de transferencia de residuos de Santo Domingo Este y San Luis, en Cancino Adentro aún se levanta un río de desperdicios que amenaza con desbordar sus lixiviados directamente en el Ozama.

El 11 de septiembre pasado, el Poder Ejecutivo emitió el decreto 531-25 declarando de “alta prioridad” la protección de los ríos Ozama e Isabela. Sin embargo, a escasos metros de la ribera del Ozama, la estación de transferencia de Cancino Adentro se mantiene activa, desafiando no solo la resolución ministerial, sino también el sentido común de quienes saben que este afluente ya carga con décadas de contaminación.

Una clausura que nunca fue

En 2022, el entonces ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, ordenó la clausura total de los depósitos por encontrarse dentro del área protegida Humedales del Ozama. El cierre técnico comenzó, se levantó una nave y se redujo el volumen de residuos, pero nunca se completó la medida. Lo que debió ser una victoria ambiental quedó en pausa, y el vertedero improvisado continúa activo, aunque con menos basura que antes.

El alcalde de Santo Domingo Este, Dío Astacio, asegura que la Alcaldía mantiene control sobre el lugar. “En el espacio hay la basura que siempre se ha tenido, con alguna diferencia cuando se daña un camión o surge una eventualidad”, se justificó. Sin embargo, la normativa ambiental no establece márgenes ni excepciones: la orden fue un cierre definitivo.

La realidad que se acumula

Santo Domingo Este, el municipio más poblado del país con más de un millón de habitantes, genera diariamente entre 1,500 y 1,600 toneladas de residuos sólidos. Parte de ellos llega hasta Cancino Adentro, donde deberían ser transferidos hacia Boca Chica. Pero la falta de recursos y las pugnas por el transporte han convertido a este espacio en un depósito intermitente que no debería existir.

El propio Astacio admite que la situación se agravó tras la decisión del fideicomiso de residuos sólidos de dejar el transporte en manos de los destinos finales. “Es la realidad, no estamos de acuerdo con el tema”, dijo el edil, justificando los cúmulos que se mantienen a metros del río.

Una amenaza que se acerca al agua

El caso de Cancino Adentro no es aislado. En San Luis, otro improvisado botadero se convirtió en un problema de mayor alcance: incendios, carreteras tapadas de desechos y residuos que ya se aproximan peligrosamente a las aguas del Ozama. Allí, pese a intervenciones puntuales, la basura sigue su curso, como un río paralelo que avanza sin detenerse.

Cada tonelada que se acumula a orillas del Ozama es una amenaza directa contra la salud, el medioambiente y la sostenibilidad de una capital que aún depende de este afluente para subsistir. La contradicción resulta evidente: decretos que priorizan la vida del río, frente a prácticas municipales que lo condenan a la muerte lenta de la contaminación.

El río como espejo

El Ozama refleja más que basura; refleja una gestión fragmentada que, entre resoluciones incumplidas, justificaciones administrativas y falta de voluntad política, lo expone como víctima de un círculo vicioso. La clausura ordenada hace dos años nunca fue más que un titular.

Mientras tanto, en Cancino, la basura sigue llegando. Y el río, paciente pero cada vez más asfixiado, continúa recibiendo los lixiviados de una ciudad que le da la espalda, olvidando que en sus aguas se sostiene parte de la vida del Gran Santo Domingo.

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